Doctor Daniel Barbosa: «Lo que no explota, implota»

A través de distintas personas de Capilla supe de la terapia neural y del doctor Daniel Barbosa, uno de sus impulsores en la Argentina. Hace unos meses tuve oportunidad de visitar su consultorio y le conté de mi interés en entrevistarlo; el doctor me invitó a asistir a la consulta mensual que desde hace dieciocho años organiza junto a sus discípulos en Santa Isabel. Aunque luego de escucharlo en dos oportunidades surgieron muchísimos temas en la charla que me gustaría ampliar -constelaciones familiares, desdoblamiento del tiempo, videncia, su vida personal, su carrera profesional, medicina tradicional, salud pública… ¡OVNIs!-, creo que sus palabras son la mejor presentación, ya que hay algo inédito en el hecho de estar ante un médico que no habla de remedios ni obras sociales, ante alguien que mira a sus pacientes a la cara y escucha sus problemas.

Entrevista publicada en el número 19


Llego al lugar de encuentro en Santa Isabel, donde cientos de personas de todas las edades, de la zona pero también llegadas desde Buenos Aires, Rosario o San Luis, esperan desde temprano al doctor Daniel Barbosa y a su equipo de médicos para atenderse, a cambio de una contribución voluntaria. Viejos, muchachos; muchas mujeres. Debajo de los árboles hay algunas mesas de picnic; gente mateando, chicos jugando. Nadie levanta la voz: el ambiente es fraternal y alegre. No llego a captar detalles de los diálogos, pero se nota que todos hablan de sus cosas: problemas de salud, pero también emocionales, de familia, existenciales. Muchos están escribiendo algo: es una lista de operaciones, cortes y traumas de vida, una tarea solicitada por los médicos y que servirá a la hora de la consulta.

Sin proponérmelo, obtengo varios testimonios espontáneos de los beneficios de la terapia neural y del trabajo del doctor, a quien todos mencionan con reverencia. La gente mayor habla con enojo del trato inhumano que reciben de muchos médicos de PAMI, de la enorme diferencia con el trato de Barbosa y sus médicos; de los resultados maravillosos, del «cambio de cabeza» que se experimenta con la terapia neural.

Llegan Barbosa y su equipo. Antes de las consultas, la sustanciosa charla del doctor es una especie de ablande, un ameno stand-up en el que el doctor mantiene la atención durante alrededor de una hora y media, con muchísimas risas y lágrimas, sólo interrumpida por Oscar, un asistente que entra a ratos para llamar a quienes están en la lista de espera. Locuaz, histriónico y enfático, su manera de expresarse es campechana, sin tecnicismos ni delicadezas: no tendrá reparos en emplear imágenes sencillas o incluso una buena puteada si esa es la mejor manera de hacerse entender. Tampoco dudará en recurrir a frases del saber popular para ilustrar su prédica, las que en la marcha recuperan su valor primitivo.

NOVIEMBRE 6/ PRIMER ENCUENTRO
En el frente del salón hay una silla, en la que Barbosa se sienta, para luego pararse, y señalar la silla, y referirse a sí mismo y representar su conciencia, graficando físicamente la diferencia con el mero cuerpo carnal. La puerta que está atrás le sirve para representar su nacimiento. Se dirige a la puerta, desaparece de escena, luego reaparece, como si hubiera nacido ante la concurrencia.

-¡Puje, puje, Estela! Me ponen un nombre, y me guste o no me lo tengo que comer. Me vacunan, entonces mi salud pertenece al sistema médico: ¡ahí jodí! Mi religión es la apostólica romana, mi salud es de los médicos… me mandan al jardín, así me ordenan bien la cabecita… Entonces todo lo que es educación y la estructura de creencias está codificado. Y acá estoy: esto es lo que soy. Pero cuando uno se empieza a despegar de lo que todos creen que yo soy -o de lo que YO me creo que yo soy- para ser lo que yo quiero… ahí empiezan los problemas.

Esto es lo que ustedes creen que yo soy: el doctor Barbosa, un viejo de barba candado… Capaz que yo me la creo, ¿eh? Pero lo que ustedes creen que yo soy es mi cuerpo físico. Pero lo que yo soy realmente, ustedes no lo ven… y apenas yo lo veo. Cuando yo nazco, me meto adentro de un cuerpo, me ponen nombre, religión, tatatatá… yo me la voy creyendo, me la voy creyendo, y me la voy creyendo. Y me creo todo: me creo boludeces (…) Nos creemos que somos lo que los demás creen que nosotros somos. Vivimos preguntándonos qué carajo queremos hacer de nuestras vidas… y perdemos la coherencia. Coherencia es sentir, pensar y hacer. Cincuenta trillones de células están trabajando solamente para que EL JEFE -se señala el pecho- tenga una experiencia en este planeta. (…)

Ahora vienen las elecciones; después las fiestas, después Reyes, y las vacaciones… Y vas de vacaciones y te cagás a pedos con tu marido… ¿Qué pasa con la mente, que estructura cosas que luego se van al carajo? Ya tuviste todo eso y no fuiste más feliz. Hay que empezar a tener un diálogo interno. «Hombre: conócete a ti mismo»… «Ama a tu prójimo como a ti mismo».

Cuando ustedes vienen acá y les preguntamos: «¿por qué se enfermó usted de esto?» ustedes contestan: «¡Ay, qué se yo!» ¿Y lo voy a saber yo? Cuando les preguntamos si están casadas, contestan: «Hace treinta años que lo aguanto»… ¿Y por qué no se separa? «Ay, ¿y de qué voy a vivir?» Usted es prostituta, señora… ¿Por qué nos enfermamos? Porque no nos conocemos NADA. Y somos incoherentes. Nos identificamos con esto -señala al Barbosa físico, que está sentado en la silla- pero no sabemos quiénes somos en realidad. Cada uno es el artífice de su propio destino. Hacemos una cosa, pero pensamos otra, y sentimos otra… Pero también somos dioses, creadores: todo el tiempo estamos creando nuestro futuro, nuestro proyecto.

«¿Por qué nos enfermamos?
Porque no nos conocemos NADA»

Cuando uno está con uno, tiene que poder ver lo que siente. El mono -se señala la cabeza- empieza a hacer juicios: y el juicio es lo peor. En la cabeza están las creencias, toda la mierda. La cabeza hay que tranquilizarla. Lo que va a primar es acá -se señala el pecho-. En lugar de prender la televisión, y de mirar para afuera, enjuiciando a todo el mundo, que no sirve para nada. El odio no existe en el corazón: existe acá -señala la cabeza- porque para haber odio tiene que haber comparación. Sin comparación hay amor. Y cuando te das cuenta, hay un salto cuántico, te cae la ficha. Y a tu cuñada ya no la vas a odiar como antes. Al ponerte colorada, como cuando vemos lágrimas, se ve que trabaja tu sistema autónomo, que es lo que nosotros trabajamos con la terapia neural, y el sistema autónomo, al ser inconsciente e involuntario, tiene que ver con tu parte inconsciente, que es donde se teje toda la mierda (risas). Tu cuñada o tu ex cuñada es la mina que eligió tu hermano. La eligió tu hermano: ¡punto! Es la forma que él eligió cómo quiere vivir. Hagámonos cargo de nuestras emociones. Pero estamos acostumbrados a reprimir, a tapar: ¿tenés angustia? Te fumás un pucho. ¿Estás nervioso? Te vas a jugar a las bochas. O vamos a la iglesia y le decís al cura: ¡Pésame! ¡Pésame! ¡Pésame! Hay que dejar de hinchar las bolas con eso… (risas). Hacete cargo de la emoción que reprimís. Fijate por qué la estamos reprimiendo. Porque lo que no explota, implota.

Una muchacha le pregunta sobre su problema: su mala relación con un familiar suyo.
Dos cosas: debemos anotar qué nos molesta de esa persona. Después, debemos pensar qué tenemos nosotros de todo eso que no nos gusta: ¿qué nos quiere mostrar este espejo? Preguntarnos qué intención positiva tuvo esta persona para actuar de esta manera. Deberíamos agradecer que esa persona nos haga ver cosas que solos no podemos ver de nosotros mismos, porque tenemos un ego tan grande que nos impide ver lo que somos. Pero… algo de lo que te molesta en esa persona debe haber en vos. Lamento comunicarte: es la gran cagada de darse cuenta de las cosas. Si vos no lo tuvieras adentro, no lo podés fabricar.
-¿Sabés lo que es un «mitzipilitz»?
-Noooo…
-Lógico, porque no lo tenés… (risas)

Otra persona le pregunta cómo se hace para ver lo positivo en alguien a quien odiamos.
¿A quién odiás? No empecemos con generalizaciones. Es uno de los mecanismos putos de la mente. Entonces decime: «Yo odio a Cristina Kirchner». ¿Qué es lo que no te gusta de ella, de Macri?. Con esto de las elecciones… ¡están todos locos! Somos así: nos ponemos la camiseta de los Pumas y somos todos rugbiers. Nos sacamos esa camiseta y ahora somos todos políticos. Somos todos ministros de economía… Somos todos jugadores del Mundial: somos todos mejores que Messi. Flaco, pará… No filtramos nada. Entonces prendemos la radio y nos dicen ¡AUMENTA EL DÓLAR! y salimos a comprar dólares. Y así es como somos manejados. Y después nos quejamos… Te desilusionás porque te ilusionás.

¿Cómo trabaja la terapia neural?

La terapia neural recodifica la información adentro tuyo. Me dicen: «Doctor, volví a ser la persona que era. Tengo los mismos problemas pero estoy parada en otro lado». O me dicen: «Tengo sueños que me aclaran las cosas. Tengo mejor conciencia, mayor claridad». Por eso, la terapia neural para mí es sagrada. Después de haber pasado por la acupuntura, la homeopatía, etcétera: porque es rápida. Y la pregunta que yo siempre hago: ¿se quiere curar? Porque yo no te voy a curar: te vas a curar vos solo. Lo que yo hago es darte un ordenador para recodificar tu información. No existe NADIE que te cure. Ni Dios te cura. Porque Dios respeta tu libre albedrío, que vos elegiste. ¡Ojo al piojo! Dios no es bueno ni malo, porque toda la mierda te la generaste vos al no darte cuenta de que el odio que tenés, te está enfermando más a vos que a la otra persona. Tenemos que estar atentos, estar más con nosotros. Que cada uno busque su forma de curación.

Una señora dice que no quiere usar unas gotas que le recetaron para la presión de los ojos.
Usted tiene que preguntar qué es, si le va a joder el hígado, cuánto dura el efecto… No hay que someterse a la institución, a lo que dice el médico. Señora: usted es dueña de su cuerpo, de su destino.

Doctor, ¿qué recomienda para…?
Yo recomiendo DEJAR SER: dejar ir al marido que nos engaña; dejar ir al hijo que quiere drogarse; dejar ir; dejar ir; soltar; soltar. Y hacerse cargo cada uno de su individualidad.

Tengo a mi mamá con Alzheimer…
¡Mejor! (asombro). El Alzheimer es entrar en una dimensión diferente de vida. Ella está muy feliz, así que olvídese. Ella está viviendo muy bien en la dimensión en la que está. Se acuerda de lo de antes, pero no de lo de ahora, de dónde dejó las llaves…

DICIEMBRE 4/ SEGUNDO ENCUENTRO
Nos enfermamos es porque somos incoherentes. La principal incoherencia es vivir en un ambiente totalmente cómodo, confortable, con todas las cosas pero sin caminar por la tierra, sin comer sano, sin abrazar al hermano, sin dormir a veces una buena noche al aire libre: vivimos desconectados de la naturaleza. Con zapatos, con auto, vivimos en cajas de hierro, en departamentos… Comenzamos a vivir incoherentemente, nuestra energía vital necesita pisar la tierra, andar en patas, dormir desnudos, tirarse en el pasto, abrazar un árbol, probar las yerbas que crecen de la tierra… ¡Ay no, que hay hormigas, que el bichito colorado… que si me agarra una lombriz! Miedo, miedo, miedo. ¡Nene, no subas a la mesa, que te vas a caer! ¡Que te vas a quemar! ¡Que te vas a cortar! Uno llega como un boludo a los doce años y necesita que le digan lo que tiene que hacer: bien empaquetado y con zapatillas Nike, pero un boludo. Tenemos que empezar a vivir de una forma un poquito más natural. (…)

«Nos enfermamos
porque somos
incoherentes»

Tenemos 50 trillones de células: cincuenta millones de millones de millones de células en el cuerpo, y casi todas se renuevan -salvo las del sistema nervioso- cada veinte días. O sea que cada veinte, treinta días, morimos. Totalmente. ¿Por qué no me curo la gastritis, doctor? La gastritis es una inflamación en toda la mucosa gástrica, que a los diez días se renueva totalmente. Pero como yo sigo sin tragármela a esta vecina -señala a una señora que está sentada entre el público- y no la aguanto, y cada vez que la veo me agarra y me agarra… Entonces las nuevas células que vienen ¡vienen enfermas! El cuerpo hace lo que puede, trae cosas nuevas, para ver si el boludo de arriba se aviva, perdona a la vecina. Ah, pero es que la tengo acá –se señala el vientre- o acá – se señala el cuello-… La gastritis, la tiroides, las anginas a repetición… Acuérdense, por el amor de Dios, que este paquete que tenemos, este vehículo maravilloso, es único: yo le saco un pedacito de piel a ella y se lo pongo a él… ¡y él se me muere! Hace un shock anafiláctico, porque las células dicen: “acá hay un invasor”. Es por eso que a los trasplantes hay que darles con corticoides para apagar el sistema inmunológico. Ahora bien: tenemos que entender que esta unidad, que es única en el Universo, la manejo YO: acá -se señala el pecho- está el gran emperador. Y el administrador y gerente de todo esto está acá –se señala la cabeza-. La enfermedad hoy en día es por falta de amor.

«La enfermedad
hoy en día es
por falta de amor»

Cuando nos enfermamos es porque somos incoherentes: hay una incoherencia entre lo que yo siento, lo que yo pienso y lo que yo actúo. “¿Dónde viviría usted?” “Ay, yo viviría en el campo, viendo las estrellas, haciendo pozos y juntando sapos a la noche”. “¿Y por qué no lo hace?” “Y porque no… no puedo.” Ahí está el momento en que yo me empiezo a convertir en el increíble Hulk. Yo escucho, y cuando hay palabritas así como “No puedo”, “No tengo”, o “Yo tengo tal creencia”. “¿Y si pasa tal cosa?” “¿Y si…?” Son todas castraciones, limitaciones autoimpuestas. ¿Querés bailar? Bailá. “No, pero… qué van a decir… estoy gorda…” Coherencia es armonía, fluido, entre el Maestro -que es uno solo, que no tiene dudas, y vive el presente- y el discípulo, que son dos -se señala la cabeza, o mejor dicho, los hemisferios del cerebro-: blanco/ negro, bueno/ malo, viejo/ joven, hombre/ mujer… permanentemente hinchando las pelotas, permanentemente dudando, cuestionando… Yo te digo “Hacé tal cosa” y ya está la cabeza, ya te veo los ojos, que está la cabeza preguntando. “¡Hacé top-less!” “Ay, noooo…” Es fantástico que nos veamos cuando hablamos, porque yo cuando escucho, veo las autolimitaciones que tiene cada uno, propias o familiares, o religiosas, o políticas. ¡Ah, fantástico! Pero si vos lo votaste a Macri y yo a Scioli… ¡chau! Por el amor de Dios. Y no le podemos echar la culpa a nadie: culpa es otra palabra que odio: por favor abórtenla de su diccionario, no la utilicen más. Ni culpa ni juicio: si ni siquiera sé cómo soy yo, ¿cómo voy a saber cómo es ella? El juicio es un veneno del alma. Cuando ustedes se escuchen que están hablando de culpa o enjuiciando a alguien, por favor… ¡ñam! -se muerde la lengua-.

«El juicio es un
veneno del alma»

Bueh… como verán, no creo en nada… (risas) Porque el sistema de creencias es un sistema de limitaciones, que yo me lo voy imponiendo, porque me lo enseñaron de chico, porque cuando estaba dentro del útero, ya comencé con mis primeras limitaciones. Yo no soy dueño de mi vida. El 97% de nuestras vidas son programas inconscientes que nosotros ejecutamos en forma casi automática. Y el sistema biológico actúa automáticamente. Vos no me podés aumentar la hormona tiroidea, ni bajar la amilasa pancreática, ni aumentar la secreción de ptialina… ¡Gracias a Dios! 95% del sistema es autónomo, totalmente involuntario y fuera de nuestro control. Pero ellos responden biológicamente a nuestro estado e-mo-cio-nal. Y nuestro estado emocional está engrampado con nuestro sistema de creencias. “No puedo, no debo…, la mayoría de la gente…”. La generalización, la negación, la subestimación, las creencias, el volar hacia el futuro… Si pensás, sentís y hacés esto ahora… ¡fantástico! Porque este discípulo dual que está corriéndonos con el futuro y el pasado, jodiéndonos. Le digo a mi mujer: “tomémonos este vino” y ella me dice: “¿Te parece?” y yo le contesto: “¿Y si nos morimos esta noche?” (risas) Como decía Vinicius, que estaba con un habano y un whisky en terapia intensiva: “A coisa mais divina/ Que há no mundo/ É viver cada segundo/ Como nunca mais”.

Cada enfermedad, cada situación que ustedes me nombren tiene una razón de ser. Los abuelos se mandan alguna cagada; guardan el secreto los padres, y se lo banca el bebé. Uno no es uno: si yo veo su ADN, los rulos que se hacen por los sufrimientos que pasaron sus abuelos, secretos, cosas ásperas… Pero como todo se tapa, porque como sos muy chiquito no entendés, porque es mejor para no hacerte daño, porque la familia es así, porque somos católicos apostólicos romanos, tatatá… se va guardando la mierda debajo de la alfombra, bien tapadita. Entonces nace una semilla y viene con toda esa basura. Porque como NO EXISTE la muerte… (silencio) y están todos los ancestros acá, esperando que alguno libere esta basura que ellos no pudieron limpiar. Y así nacen niños autistas, con malformaciones… Es importante honrar a los ancestros, saber cuándo nacieron y murieron, las fechas, saber qué es lo que hicieron, cómo se llamaban: armen todo eso y se van a encontrar con unas coincidencias hermosas. Hace unos años murió mi hijo, un médico excelente de Neuquén, por un derrame cerebral. Mi padre murió con un derrame cerebral, cuando mi hermano murió con un derrame cerebral por un accidente de caballo. Los tres se llamaban Elías. ¿Coincidencias? ¡Minga! No existe. Muchas de las enfermedades son producto de secretos no liberados, que quedan en el árbol genealógico, en el árbol familiar, y que uno a veces trae para liberar… ¿está claro? Como ven, la cosa no es tan fácil. ¡Ay, me duele el oído! Tomate un diclofenac, listo chau. ¡Me duele la cabeza! Listo, un migral. (…) Si ustedes se quedaron con algo en las tripas de sus padres, de sus abuelos, hermanos, etcétera, etcétera, se sientan hoy y se ponen a escribir, con el hermano o con quien sea. No existe la muerte, y todos los desencarnados están aquí.

La terapia neural o acupuntura alemana se coloca en cicatrices procaína diluida que tiene muchas funciones: es luz dorada líquida. Cuando uno inyecta la procaína en determinados puntos energéticos o físicos, comienza a fluir la energía y la persona comienza a notar cambios. Pero alguien que cada vez que le dolía la rodilla tomabas diclofenac, si cada vez que tenía una angina tomaba antibióticos, si cada vez que te dolía la menstruación tomaba evanol, si cada vez que tenía un cólico intestinal tomaba un antiespasmódico, nunca dejó hablar a su cuerpo, entonces a va a tener adentro un montón de tensiones guardadas. Porque la medicina de hoy es una medicina supresiva: suprime los síntomas, los tapa. Entonces, cuando aplico terapia neural a una persona, empiezo a mover dolores, bronquitis tapadas, gripes tapadas… “Desde que usted me puso eso tengo fiebre, cuarenta grados, tengo mocos, tengo flujo con olor, voy de cuerpo con olor a podrido…” ¡Bárbaro! Estamos eliminando todo lo podrido que tenemos adentro a través de los orificios naturales, que para eso están: para sacar lo tóxico del sistema. La biología es perfecta, pero estamos haciendo una medicina que no entiende a la biología.

«Estamos haciendo
una medicina que no
entiende a la biología»

Cuando una persona es inmunodepresiva…
¿Quién es inmunodepresiva… usted? ¡Desvalorización! No sirvo; no puedo; no llego; para qué; no queda otra… ¡Te veo la cara nomás! Yo voy derecho, no quiero perder tiempo ni que ustedes lo pierdan. No quiero quedar bien con nadie. A mí los síntomas me dicen del sufrimiento del alma. Porque primero sufre el alma esa falta de pasión, esas ganas de bañarse en bolas, de comer lo que se te canta, de fumarte un porro… lo que sea: ¡hacelo! ¡Es pecado! No soy dueño de mi vida. Cuando vos reprimís la vida, o te la reprimen… ¡estamos en el horno! El cuerpo comienza a sufrir. Desde eso que vos tenés hasta trastornos articulares, leucemia… todo eso es desvalorización intensa vivida en soledad. ¡Esa alma ya no aguanta más! Entonces dice: ¡yo me voy, vuelvo a casa! Si no hay amor… ¿Y qué es un niño? Es un ángel que está viniendo de los más altos cielos a traernos a nosotros armonía, la paz… pero ya le ponemos la camiseta de Talleres, le damos la teta cada tres horas… ¡Dénle la teta que quiera! Que ande en bolas, que tome aire, que se bautice cuando tenga viente años, si es que quiere esa religión… Estamos metiendo en moldes a ángeles que son pura libertad. Y si joden mucho, los ponemos a ver Tinelli. Yo voy a poner un cartel: “EL QUE VE TELEVISIÓN, POR FAVOR NO VENGA”. (…)

Yo me divorcié tres veces, y no digo con esto que hay que divorciarse. Ahora estoy con una mujer, que si la hubiera conocido hace treinta años, viviría con ella. Pero cuando yo sufro en soledad, y hablo con las estrellas, y veo que así no quiero seguir: ¿qué voy a hacer? ¿Tomarme un valium todas las noches, un lexotanil? Se hablan las cosas: esto no va, punto. Si uno no toma decisiones…

¿Por qué yo estoy hablando con ustedes? ¿Por qué ustedes están aquí? Yo no lo manejo, ustedes tampoco. ¿Por qué partió tu niña? ¿Por qué partió mi hijo? Hay algo, que es lo que uno está tratando de ver. Indudablemente, hay un orden: lo que David Bohm llama “el orden implicado” o el “universo plegado”: son manifestaciones de la vida que duran… -chasquea los dedos-. Es como la polenta: cuando empieza a hervir la polenta y hace burbujitas… ¡pop! Esa burbuja es cada uno de nosotros. Es un cuerpo que se manifiesta ¡pac! Muere… y vuelve a la polenta. Tenés tu historia: ¿dónde está el asunto? En la polenta.

2 Comentarios Agrega el tuyo

  1. Dario dice:

    Genio !! Quiero ir a ver este médico ya !! Donde queda su ciudad ?

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    1. pabloxa dice:

      Valle de Punilla, Córdoba, Argentina. Barboza atiende en La Falda.

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